Actualmente existen y conviven
dos formas de llevar las nuevas tecnologías al aula. En una de ellas, la
tecnología supone una mejora o una incentivación para el trabajo de clase, pero
no supone una transformación en las metodologías del aprendizaje.
“El computador se sigue usando como una máquina de escribir, por lo cual
la máquina se incorpora pero no la racionalidad tecnológica que le es propia”. (
Martín-Barbero, 2006:33, citado por Dussel 2011).
La otra posición respecto al uso
de las tecnologías, es aquella que supone una gran innovación y un profundo cambio
estructural. Este tipo de enfoque choca radicalmente con los planteamientos de
la escuela tradicional, por lo que se llega a pensar que las TIC son una
amenaza para el profesorado.
Basándonos ya en este segundo
planteamiento, vamos a analizar cómo afectan las TIC a las 3 dimensiones en las
que se centran los procesos de enseñanza y aprendizaje. Estas son:
1. La
organización pedagógica del aula (el espacio y la interacción pedagógica)
2. La
noción de cultura y conocimiento (la transmisión cultural y la formación de una
cultura pública)
3. Formas
de producción del conocimiento: sistemas de autoría (la producción de saberes
como parte del aprendizaje)
En cuanto al primero, entendamos
primero que la escuela dispone de una arquitectura cerrada en cuanto al espacio
se refiere, y su interacción pedagógica está basada en la relación asimétrica,
siendo el foco de atención primario el docente. Los alumnos son un grupo homogéneo
en edad que aprenden en conjunto al mismo tiempo. El docente por su parte,
plantea una programación unificada y centrada que organiza su labor con el
grupo clase.
Con la irrupción de la tecnología
se desdibujan las fronteras del aula, permitiéndose una invasión desde el exterior
(Twitter, Facebook, YouTube, WhatsApp, etc.) y a la vez, expandiéndose ésta
fuera del aula y su horario escolar (Blogs, foros, Wikipedia, etc.). Se rompe
con la simultaneidad y la homogeneidad del aprendizaje, sin embargo la
tecnología nos brinda también una valiosa ayuda para adaptarnos a la
diversidad. Con la tecnología, el aprendizaje se vuelve más personalizado, por
lo que se le exige al docente una metodología más flexible y una atención más
individualizada.
En cuanto al segundo, la escuela
tradicional ha venido usando material impreso como fuente del conocimiento,
siendo escogido o decidido concienzudamente por autoridades centrales como el
Estado, el maestro o la autoridad científica, los cuales garantizaban la
calidad y la verdad del conocimiento. Con la llegada de la tecnología, y en
especial con internet, ese contenido se acomoda al gusto del consumidor y
permite ser renovado. El acceso a la información se vuelve inmediato y la
cantidad de la misma es prácticamente desbordante, sin embargo, la noción de
verdad importa menos que la de popularidad.
“En la web, el valor de una información se basa en el número de sitios
que os dirigen a la misma, y en consecuencia, en la velocidad con que, quien la
busque, vaya a encontrarlo” (Baricco, 2008:108, citado por Dussel 2011).
Por otra parte, el contenido se presenta
desorganizado y desestructurado, siendo tarea del usuario, organizarlo y
estructurarlo. Además, no solo es posible consultar información, sino que de
igual sencillez resulta participar en ella y publicarla, lo cual nos lleva a
encontrar, cada vez con más frecuencia, contenidos poco infundados, opiniones
poco informadas, erróneas e incluso nocivas para el usuario.
Es por esto, que desde la escuela
se inculque el pensamiento crítico, sometiendo a debate la veracidad y la
calidad de los contenidos.
Por último, en cuanto a los
cambios en los sistemas de autoría, La escuela tradicional ha hecho uso de
materiales creados por autorías individuales o por un grupo cerrado de personas.
La llegada de internet cuestiona radicalmente este modelo y lo reemplaza. La información
y el contenido pertenecen a una cultura participativa, teniendo así un carácter
democrático. Webs como Wikipedia, al contrario de los típicos materiales de
texto, que no son más que un producto estático y cerrado, presentan un modelo
en continuo crecimiento y transformación. Su información puede ser revisada y
corregida por cualquier usuario, con las connotaciones positivas y negativas
que ello conlleva. Por otra parte, el carácter anónimo de los mensajes o
contenidos que se publican en internet, permiten parapetarse tras un seudónimo,
pudiendo dar cabida no solo a contenidos de mala calidad, sino incluso nocivos
y abusivos.
Según mi punto de vista, la irrupción
de las nuevas tecnologías (smartphones, tablets, ordenadores, internet, etc.)
supone una verdadera revolución en nuestra vida diaria. Se hace indispensable
aceptar que estos artefactos han ganado la partida y que son mucho más atrayentes
que el saber de un adulto, descentrando nuestra atención. Demasiada información
disponible, poco tiempo para abordarla, poco atención al detalle y demasiada estimulación
visual. Todo esto no hace más que poner de manifiesto que es imprescindible
adaptarnos, en términos de educación, a los tiempos que corren. Las nuevas
tecnologías han llegado para quedarse y los enfoques educativos tradicionales
chocan radicalmente con el modo de vida que nos plantean estos artefactos. La
transformación ha de ser profunda, por lo que resulta imprescindible actualizar
la formación del profesorado, adaptándose a las nuevas metodologías que
incluyen las TIC como elemento fundamental. Lejos de pensar en la desaparición
del profesorado a favor de la tecnología, la labor del docente se torna
esencial ya que será éste el encargado de guiar a sus alumnos en el correcto
uso de las redes, fomentar el pensamiento crítico y motivar a sus educandos a
tomar conciencia de su aprendizaje.
Finalmente, y respondiendo a la
pregunta del enunciado ¿evolución real o "vino viejo en odres
nuevos"?, la autora ha utilizado una parábola de Jesucristo, reflejando
que algo anticuado o desactualizado como el sistema educativo tradicional no
puede tener cabida en un recipiente nuevo como lo es el actual paradigma
social.
BIBLIOGRAFÍA:
·
Dussel, Inés. (2011). Aprender y enseñar en la cultura digital. Buenos Aires. Fundación
Santillana.